sábado, 20 de agosto de 2011

LA CONCEPCIÓN DE LA PERVERSIÓN EN EL PSICOANÁLISIS: ¿LA PÉRDIDA DEL GOCE O SU HUMANIZACIÓN FANTASMÁTICA?


LA CONCEPCIÓN DE LA PERVERSIÓN EN EL PSICOANÁLISIS: ¿LA PÉRDIDA DEL GOCE O SU HUMANIZACIÓN FANTASMÁTICA?

por Carlos Alberto Vargas Prado

“¿Qué es la perversión? No solo es aberración respecto a los criterios sociales, anomalía contraria a las buenas costumbres –aunque este registro no esté ausente– o atipla respecto a criterios naturales, a saber, que ella deroga, más o menos, la finalidad reproductora de la conjunción sexual. Es su estructura misma otra cosa. Por algo se dijo de cierto número de inclinaciones perversas que son un deseo que no se atreve a decir su nombre. En efecto, la perversión se sitúa en el límite del registro del reconocimiento; y es esto lo que le fija, la estigmatiza como tal”.

Jacques Lacan. Los escritos Técnicos de Freud, 9 de junio de 1954.

El planteamiento científico de los problemas sexuales inicia a fines del siglo XIX, en esta época los científicos conceptualizaron a las parafilias como anomalías del instinto y reconocieron la naturaleza sexual de estas condiciones humanas. El más importante representante fue Krafft-Ebing en 1869 con su obra Psychopathia Sexualis. Realiza una descripción de las anomalías del instinto, las cuales constituían el fondo de las obras médico-filosóficas o literarias, cayeron en ocasiones en ambigüedades o sofisticaciones. Kraft-Ebing dio el nombre de dos escritores a dos clases de parafilias: Sade (sadismo) y Masoch (masoquismo).

Más adelante, el Dr. Sigmund Freud conceptualizó las parafilias –llamándolas perversiones– como consecuencias de un desarrollo problemático de la sexualidad infantil y las consideró conductas infantiles anacrónicamente fijadas.

Los sujetos perversos o perversos, por sus condiciones psíquicas, elaboran otro código cultural que difiere del común.

La palabra perversión deriva del latín perversio, que significa “cambio de bien en mal y corrupción de las costumbres”. La perversión es una estructura psíquica, que no está dentro de la cultura pero no está fuera. Este sujeto perverso vive en el límite de la locura y la cordura, no vive en su sueño pero lo hace realidad.

En 1885 el psiquiatra francés Magnan Hirschfield utilizó por primera vez la expresión perversión sexual, que luego quedó sobreentendida cuando se habla solamente de perversión.

Propiamente esta estructura psíquica es la que interesa en esta investigación. Así que se hablará y explorará exclusivamente el mundo de las perversiones en el aspecto sexual.

En la perversión o parafilias –término derivado de “las palabras griegas para fuera de y filia, amor (...) Es para describir las conductas sexuales catalogadas como perversiones, desviaciones o aberraciones”– la transgresión a la Ley se convierte en objeto de amor y sexual. El sujeto en perversión andará bajo la forma sexual, buscará, encontrará y consumará la transgresión. Su existencia es pública, expuesta y difundida, porque la transgresión radica en eso: en mostrar a los otros qué se puede hacer con lo que no se debe hacer.

En estas formas “de conducta erótica, los métodos por los que se consigue la excitación sexual tienen una estructura de vinculación en la que el componente interpersonal no está presente o bien, se encuentra presente pero en forma muy desbalanceada. Se caracteriza por un estímulo inadecuado”, no sin olvidar la moral imperante en un cierto tiempo y espacio, que ordena el deseo y la respuesta sexual. Por ello las perversiones o parafilias son tan antiguas como el hombre mismo.

El sujeto perverso tiene una actividad compulsiva (algo que el sujeto quiere hacer desde el superyó y el yo) y siente un apremio o fuerza que lo empuja a ejecutar una acción y se debe al pulsionar inconsciente que niega, no sólo, los mandatos del superyó, sino las decisiones en la realidad del yo. Es decir, ninguna de estas dos instancias pueden oponerse al apremio del inconsciente. Lo que aparece en la conciencia es el deseo. Acto seguido, la fantasía es aterrizada.

Las verdaderas parafilias son trastornos que persisten a través del tiempo. A diferencia de la experimentación perversa, un sujeto normal sólo tiene prácticas perversas de modo recreativo y ocasional para evitar la rutina en sus prácticas sexogenitales.

La parafilia puede constituir un secreto sexual –de la fantasía y la masturbación– y puede realizarse con algún partenaire. La pareja del perverso suele tener distintas respuestas a la parafilia:

· Puede ser una víctima desamparada del abuso,

· Puede disgustarse y separarse, o

· Puede ser un cómplice consentidor y gozador de la desviación

Cuando Freud afirma que “la perversión es el negativo de la neurosis” se refiere a que en la perversión a Ley se establece, pero con la significación opuesta a la del neurótico. Es decir, en el sujeto perverso el padre es perfectamente reconocido, es llamado a la realidad a asumir su papel, pero como personaje absurdo, porque en la realidad del discurso –siempre inconsciente– no existe como figura portadora de la ley. En la perversión el ser humano puede establecerse como sujeto del discurso y como agente de su acto.

En el sujeto perverso se plantean dos afirmaciones contradictorias: por una parte afirma la castración de la madre, es decir, que ella no posee el objeto de su deseo; no obstante, asume la negación de ésta, pues afirma la existencia de tal objeto.

Es importante señalar que el Padre para el perverso es perfectamente reconocido, más no asumido. Complicación: El Padre no existe en el discurso, por lo tanto no está muerto y no fue simbolizado y los procesos inconscientes están fracturados e incompletos. El Padre sólo existe en el consciente, como persona física, es decir, como actor social. Esto le permite al perverso respetarlo, pero no asumir e introyectar al Padre como poseedor de la Ley cultural de la Prohibición, por ello no la reconoce ni la obedece. El perverso no fue castrado por la Ley del Padre, por lo que no hay culpa del deseo parricida, incestuoso o caníbal.

El perverso vive en un universo subjetivo dividido: por un lado, la escena pública que le permite inspeccionar la no-transgresión y la discontinuidad del placer, es en esta escenificación donde el padre/actor existe, pero sólo como ley en el gran Otro. Por otro lado, el perverso vive en la escena privada, ahí es donde la verdad de la no-castración materna sobrevive en el ritual que elimina el sentido de las leyes, de la no-transgresión y de las buenas costumbres y es aquí donde el padre toma forma de ser ajeno e inclusive se configurará como parte del universo de los castrados.

Para el perverso es obedecer y gozar, lo que transgredir y culpabilizar al neurótico. Para el primero la ley conduce y gobierna el goce, mientras que para el segundo es una garantía contra el goce y la permanencia de los tabúes.

También las parafilias funcionan como mecanismos de defensa, donde los elementos sexuales infantiles pasan por el Complejo de Edipo, que los desvía. Este fragmento infantil, sobre el cual es desplazado el placer primitivo (el aquí y ahora), debe tener una relación especial con el yo para poder escapar a la represión y lograr una especie de forclusión, es decir, “la expulsión de una idea sexual que retorna bajo la forma de una percepción delirante”; de esta manera, el yo toma como propia una porción del instinto y autoriza su expresión consciente, mientras que el resto sufre la represión o bien una forclusión.

La parafilia no sólo representa una defensa contra la ansiedad de castración, sino contra los sentimientos de culpa: el miedo a la castración proviene del impulso de penetrar a la vagina de la madre que está ocupada por el pene paterno, donde los deseos pasivo-femeninos con relación a este pene implican el peligro de castración, que depende de los impulsos oral-sádicos.

Las sociedades nacen y desaparecen, pero la sexualidad y el sexo han sido normados; coartación envuelta en rituales mágicos y significativos, permisividad y prohibición expresan artificialmente la naturaleza de la sexualidad humana. La historia lo muestra, la sexualidad ha sido y es el punto por excelencia para normar y controlar el poder. ¿Por qué? Porque el discurso del deseo afirma que la felicidad radica en la extinción del displacer. Por ende, lo indispensable para que el hombre y la mujer se mantengan con vida, es precisamente la búsqueda perpetua del placer.

Referencias Bibliohemerográficas

  1. FREUD, Sigmund. “Tres ensayos para una teoría sexual, (1905)” en Obras completas. Amorrortu, Barcelona, 1988, Tomo VIII, pp. 310-369.
  2. Glosario Sexual en www.madeja.com
  3. MORRIS, Charles G. Psicología. Prentice Hall, México, 1993, 407 pp.
  4. NASIO, Juan David. Enseñanza de siete conceptos cruciales en psicoanálisis. Gedisa, México, 1996, 463 pp.